Cuando la luz redunda en la última rendija
al cabo de la tarde soñolienta
y la brisa atesora el salitre de poniente,
no queda si no la última brizna de sol agonizante,
entonces de entre las piedras muertas
que despiden a las olas moribundas,
surge a penas en un suspiro
la sombra frágil de lo que somos y hemos sido.
Pandrea me he sentido como una roca golpeada de imágenes y recuerdos... en ese último instante nos gustaría convertirnos en ola para nacer una y otra vez...
ResponderEliminarPrecioso.
Besos.